Argentina en Avivamiento. No! A no ser que entendamos como avivamiento la afluencia de gente buscando bendiciones en nuestras iglesias. Pero real avivamiento espiritual, nunca dependió de condiciones políticas o situaciones económico-sociales que lo genere y le haga mantenerse.

Avivamiento espiritual genuino, nunca levanta líderes y tampoco establece íconos representativos, por tanto, hay hermanos en Cristo muy útil en las manos del Señor, como Luis Palau en Argentina, y tantos otros en Latinoamérica, pero cuando Dios se propone establecer a Su iglesia triunfante en medio de la Sociedad, es porque ella se ha preparado.

Una iglesia preparada tiene mutualidad de sus miembros y mancomunidad de sus líderes. Cuando la iglesia madura en estos aspectos, es hora de enfrentar al Enemigo, y ahí, el Señor bendice y acompaña para que sus puertas no prevalezcan sobre ella. 

Avivamiento espiritual genuino viene del Espíritu, por medio de una iglesia arrepentida, que vuelve al Primer Amor, y se consagra en oración y reconciliación en su medio, y para con el mundo.

Avivamiento de dones es una cosa. Avivamiento que genere un verdadero despertar de la iglesia y de la Sociedad para con Dios, es algo muy diferente.

En dos oportunidades en Buenos Aires los evangélicos se reunieron, y reunieron en Palermo más gente que la reunida en torno del Papa romano.

Las iglesias evangélicas argentinas experimentaron un despertar desde alrededor del año 1965 en adelante, como nunca antes, y el número en las estadísticas pasó del 2 % a los 16 % más o menos. Aún así, honestamente creo que la iglesia evangélica argentina no sabe que es avivarse para nunca más decaer, enfermarse o morir.

En Mateo 24 y 25 podemos encontrar y extraer de allí tres términos esenciales: amor, unidad y verdad.

Esos capítulos hablan de la degradación de la fe; de tiempos de apostasía, de engaño satánico masivo y de final de la Era. Si de veras estamos viviendo esos días, entonces, debiéramos entender por Avivamiento aquél movimiento del Espíritu en que se recupere la verdad divina, el amor de Dios y la unidad de Cristo.