Minhas Credenciais são:
1. Renascido.
2. Consagrado. Chamado. Eleito. Capacitado.
3. 47 anos sem parar pregando a Cristo, 37 anos apartado para o Ministério Pastoral.
4. Apóstolo desde o ano de 1980.
5. Uma só pessoa sem máscaras religiosas, simples, inteiramente devoto à Palavra e o Espírito no qual vivo o tempo todo.
6. Amante indefectível da Igreja, mesmo dividida, louco pelos irmãos mesmo os que não me aceitam, menosprezam ou ignoram
7. Livre de todo vínculo denominacional; apenas ligado a Cristo e a Igreja, sujeito na relação fraternal apostólica da Organização M.A.G.: Ministérios Apostólicos Globais, com Sede em Madri, Espanha, e vivendo sob autoridade de Deus no constante discernimento de Cristo como Cabeça, a Igreja o Seu Corpo, e os que andam no Espírito, membros de Cristo, meus irmãos.
La mayor parte de los creyentes hoy, una vez salvos, inicia el camino del fariseísmo sin darse cuenta y sin que los líderes se percaten de estarles desviando del Espíritu al camino de la Ley, y lo peor, en casi todos los casos se trata de una ley propia del líder, o los líderes, o de la denominación.
¿Para qué tal ansiedad por vivir sin pecar, por ser fiel en los diezmos y lasa ofrendas, en reunirse, en predicar el evangelio y servir de diversas formas en la comunidad contenedora?
¡Cuidado! No podemos haber sido librados de la religión judaica para entrar a la vida de iglesia, y en esta, volvernos a la Ley. Tampoco debemos salir de la vida en el Espíritu para andar de nuevo en la carne, por más que las leyes que ahora tenemos adelante para practicar sean aparentemente santas y divinas, si no vienen del Espíritu que trabaja unido con la Palabra, y constriñe, avergüenzan, oprimen, separan, enajenan, entonces eso no es de Dios y sí del hombre religioso y la religión.
No podemos haber salido de los claustros de la religión no judaica, que nos esclavizaba no tanto en lo ritual como en lo practico, cultural e idiosincrásico cotidiano, pareciéndose a la vida del Espíritu, manipulada por un imperio religioso colonizador.
No podemos venir de la vida gentil y animista, tratando de mantener supersticiones en la vida de la iglesia.
No se sirve a Dios por motivos de conciencia, ni por moralidad, tampoco por bondad humana. Ni por convicción mental, tampoco por sentimientos nobles, y mucho menos por “buena voluntad”.
Pablo servía a Dios en su espíritu, aunque desde sus antepasados, no lo hacía sino por una conexión absolutamente sincera e íntegra con el Creador, por eso mismo fue hasta Dios le permitió, pero llegado un momento en su vida, fue totalmente derrotado por el Señor. Rm.1:9; 2ª. Tm.1:3; Hch.9:1-9.
Servir a Dios es el espíritu humano, donde habita ahora el Espíritu Santo, no es lo mismo que servir en la mente, la voluntad y los sentimientos humanos, que es servir o al menos intentar servir a Dios en el alma, caída y corrupta más que todas las cosas.
Para ser misionero o apóstol de Cristo la condición número uno es morir al “yo”. Es renunciar a todos los derechos personales y particulares, y decidir llevar la cruz y seguir a Jesús por dondequiera que vaya Él. El mandato es ‘ID”, pero no es ir de cualquier manera, y en las mejores y más nobles condiciones humanas como por ejemplo, ser enviado por una gran Misión o entidad misionera reconocida, sino ir para no volver nunca más; es ir con la palabra y la acción, y en cada acción, irse uno mismo, vaciándonos todo el tiempo por Cristo, transformándonos día tras día en mártires por Él.
Aunque en este ir hay una gradualidad -Ap:12:11: 1º. Entrega por causa de la experiencia con la Sangre de Cristo; 2º. Entrega por el testimonio en palabras de una vida bajo la Sangre; 3º. Entrega de la propia vida si fuese necesario hasta la muerte, por causa del mismo Señor. Juan mismo estuvo exiliado en una isla, por causa de la palabra de Dios y el testimonio de Jesucristo. 1:9.
Quien crea que ir de misionero, o ser verdadero apóstol es un privilegio, no se equivoca pero es mucho más: ¡es muerte segura con Cristo!
Y quien siendo cristiano imagina estar amando mucho al Señor porque trae los diezmos, ofrenda, hace alguna actividad en una congregación, o hasta tiene un espacio ministerial, que reflexione en la Palabra y el Espíritu: por ahí se comienza, pero el campo es el mundo, no la denominación o la congregación o el corral de la religión, sino el llevar la cruz de Cristo al Calvario, hasta el final.
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